septiembre 01, 2011

Entregar en demasía priva



Es muy habitual que las mujeres entreguen su amor al hombre o a los hijos, y después, le pidan al hombre o exijan a sus hijos que le devuelvan lo que ellas suponen haber dado. Este pedido femenino, además de errático, resulta alienante, tanto para el hombre como para los hijos. La mujer le reclama a su marido que le devuelva esa entrega amorosa de ella. Y como madre reclama a sus hijos que atiendan la pobreza psíquica en la cual ella se encuentra, luego de que ella -como madre- ha dedicado -abnegadamente- "toda su vida" a cuidar de ellos. Aquello que estas mujeres no advierten, no dicen y omiten, es que ellas, al descuidar e ignorar otros proyectos posibles, distintos al proyecto de la crianza de los hijos, se han empobrecido.

La pobreza en la cual ellas mismas se han encerrado, no es culpa del marido ni es culpa de los hijos. En todos los casos, son estas mujeres, las únicas responsables de la minúscula vida que ellas han elegido. Es por este motivo, que el porvenir de una mujer no debe quedar ligado sólo a la reproducción y a la crianza de los hijos.

Es más, muchas mujeres, encuentran su plenitud, en otros lugares distintos al de la reproducción y crianza de hijos. No dejan de ser mujeres por eso.

Es importante que las mujeres entiendan que el hombre nada les quita, y en el caso de que sean madres, no ir por el mundo con la pretensión de que sus hijos, les devuelvan el amor y el tiempo que ella les ha entregado. Si la mujer por ignorancia, limitación o falta de aspiración personal, no ha querido ni sabido, desarrollar otros caminos distintos al de la crianza, es de su exclusiva responsabilidad y no es aconsejable que estas mujeres, endosen esta falencia personal a los otros integrantes de su entorno familiar.

Cuando la mujer se instala en el lugar de queja y de demanda, pidiendo que se le devuelva lo que ella dio, se desubica. Este fenómeno, es un severo error y es un lugar común en el que habitualmente caen muchas mujeres.

El exceso de amor de una mujer es insoportable para cualquier hombre y, asimismo, representa una carga opresiva y culpógena para los hijos. Una mujer que se priva y que entrega en demasía, se brinda muy poco a sí misma y además, rapidamente se convierte en privadora. Tarde o temprano, esa mujer, pasará factura y se comportará como si sus seres queridos le hubieran quitado algo que le pertenecía a ella.

Es por esto, que es muy importante que estas mujeres consulten a un psicoanalista, porque con su demanda amorosa, no sólo se empobrecen ellas mismas sino que asfixian y cercenan la autonomía de quienes ellas dicen “amar tanto y con todo”.