noviembre 03, 2011

El aborto ¿qué nos enseña?




Es cierto que provocar la interrupción de un embarazo conmociona y conmueve.
Es cierto que esa interrupción representará algo traumático para la mujer y para el hombre que así lo han decidido, ya que aún decidiendo -ambos- esa interrupción, algo ultrajante continuará vigente y se hará presente en la subjetividad de esa mujer y de ese hombre. Probablemente -para el psiquismo de ese hombre y de esa mujer- lo que se pretenda expulsar, retorne de algún modo; a través de sueños, fantasías, dolor, desgano, tristeza y culpa.

También es cierto que "forzar" la consecución de un embarazo, que no ha sido ni buscado ni deseado, será traumático, no sólo para la mujer y para el hombre implicados en esa decisión, sino que agregará el agravante, de que será mortificante también para el futuro niño, ya que éste, al no haber sido pensado, ni deseado ni querido por sus padres, alojará para siempre, en su persona, las huellas de esa historia, los signos de ese desamor. Vivo y alienado, ese niño, padecerá la dramática paterna, cargará pesadamente en su persona, con el sello del descuido de los padres. Esto generará en él, complejas incidencias personales: inseguridad, inadecuación, sensaciones de desamor y abandono. De este modo, estará en riesgo, en este niño, una íntegra y saludable evolución subjetiva.

Por eso es que pregunto:
Un embarazo que no ha podido inicialmente ser concebido, ni en la cabeza ni en el corazón de los futuros ¿padres?, tiene que seguir siendo concebido en el vientre?