Existe en las personas una tendencia indudable al consumo.
Consumo de objetos, consumo de modelos y consumo de sustancias.
Ahora bien, los psicoanalistas sabemos, por experiencia, que las personas también consumen estereotipos diagnósticos.
Por estereotipos diagnósticos, me refiero, a que también ellas, llegan al consultorio diciendo "tengo esto" o "tengo aquello", o "sufro de esto" o "sufro de aquello".
Por estereotipos diagnósticos, me refiero, a que también ellas, llegan al consultorio diciendo "tengo esto" o "tengo aquello", o "sufro de esto" o "sufro de aquello".
Ese diagnóstico, que habría que ver de donde lo sacan, según ellos, les pertenece. Decididamente lo tienen. Es de ellos. De ese modo, al tener algo, son poseedores.
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Siempre parece más sencillo, hablar de lo que se cree que se tiene y no de aquello que se ignora que falta...
Las personas consumistas de un determinado diagnóstico, al encasillarse, etiquetarse y ajustarse al mismo, de algún modo, sienten que "pertenecen" a algún lugar, un lugar que, en cierto aspecto, pareciera que podría ordenar el caos en el que viven. Sin embargo, esa pertenencia es ilusoria. Esa ilusión de refugio y de amparo, por su supuesta pertenencia a un cuadro clínico y no a otro, brinda una morada aparente. De nada sirve. Como toda ilusión, en algún momento, cae.
Lo cierto, es que nadie es enteramente, esto o aquello, y aquél que lo pretendiese, estaría simplificando groseramente las cosas o sencillamente ignora la complejidad de la conflictiva humana.
El psicoanalista idóneo, sabe que nada es universal y que el comportamiento humano debe ser estudiado y analizado desde una óptica singular y con las particularidades de cada caso en cuestión. Las personas que vienen a consultar, vienen alienadas y forzadas. Liberarlas de los rótulos, y aliviarlas, es una tarea esencial de todo buen psicoanalista.
En cambio, el camino inverso, el de rotular y etiquetar a las personas, estaría hablando de una severa dificultad del profesional, que, de insistir en esa práctica, contribuiría a enfermar, aún más, al paciente.
abriendolatas
Las personas consumistas de un determinado diagnóstico, al encasillarse, etiquetarse y ajustarse al mismo, de algún modo, sienten que "pertenecen" a algún lugar, un lugar que, en cierto aspecto, pareciera que podría ordenar el caos en el que viven. Sin embargo, esa pertenencia es ilusoria. Esa ilusión de refugio y de amparo, por su supuesta pertenencia a un cuadro clínico y no a otro, brinda una morada aparente. De nada sirve. Como toda ilusión, en algún momento, cae.
Lo cierto, es que nadie es enteramente, esto o aquello, y aquél que lo pretendiese, estaría simplificando groseramente las cosas o sencillamente ignora la complejidad de la conflictiva humana.
El psicoanalista idóneo, sabe que nada es universal y que el comportamiento humano debe ser estudiado y analizado desde una óptica singular y con las particularidades de cada caso en cuestión. Las personas que vienen a consultar, vienen alienadas y forzadas. Liberarlas de los rótulos, y aliviarlas, es una tarea esencial de todo buen psicoanalista.
En cambio, el camino inverso, el de rotular y etiquetar a las personas, estaría hablando de una severa dificultad del profesional, que, de insistir en esa práctica, contribuiría a enfermar, aún más, al paciente.
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