
No vaya por la vida contenido, cerrado y apretado. Es mejor abrirse e intercambiar. Permita que fluya algo de su espontaneidad. Le hará bien a usted y de paso, le hará bien a los demás. Abandone definitivamente el insulto, la desesperación y la queja.
No tiña el ambiente de negro, ni convierta su mundo y el mundo de los otros en un pesado paño de lágrimas. A las personas no les interesa ni sus apuros ni sus problemas. No reaccionarán bien e inevitablemente se alejarán de usted.
No es conveniente depositar en la gente de su entorno las consecuencias de su propia impotencia. Los otros no son culpables de lo que usted no puede o no quiere generar. No los mortifique. No los obligue a escuchar.
Vaya por la vida como en primavera; con buen aire y floreciendo.
Intente ser agradable, intervenga activamente, haga algo útil, diseñe algo lindo, intente sentirse mejor. Logre que el otro se sienta bien a su lado.
La vida es una aventura. Nada es estático. Los escenarios son siempre cambiantes e inesperados y es usted quien elige cómo y hacia donde transitar.
Elija para conversar, personas productivas, positivas y entusiastas, y advertirá como gradualmente, usted irá reemplazando ese estilo constipado, esa mueca gris y la sonrisa de plástico por una risa colorida, auténtica y franca.