
SE PUEDE VIVIR BIEN HACIENDO LAS COSAS MAL?
El objetivo de este blog es ayudar a las personas a vivir mejor difundiendo la poderosa capacidad del psicoanálisis como vehículo de transformación personal.
La generosidad es dar a un otro por el placer de dar, sin obligar a ese otro, a tener que darnos algo en devolución. Sin embargo, habitualmente, sucede que las personas se confunden y suponen que porque dan, pueden pedir a cambio de esa entrega, alguna devolución. En estos casos, las personas ya no estarían dando -de un modo desprendido y generoso-, en estos casos, estarían pidiendo. Si además, con nuestra entrega, pretendemos condicionar al otro, exigiéndole a ese otro -receptor de nuestra entrega- qué es lo que éste supuestamente deberá hacer con lo que le estamos dando- la cosa se agrava; ya que en este caso, no sólo la entrega no es generosa, sino que al contrario, al condicionar al otro, ya no se le estaría dando; sino que claramente se lo estaría encadenando, reteniendo, extorsionando, y extorsionar, nada tiene que ver con la generosidad. Mientras la generosidad libera y nos libera del otro, la extorsión ata y nos ata al otro.
Señores padres: no sean prejuiciosos y piensen que, además, ustedes tengan algo que ver en la elección que hoy hace su hijo. Acaso tienen ustedes en claro qué es ser un hombre y qué es ser una mujer?
Su hija está por nacer? Entonces es conveniente que piense en el nombre que le pondrá. No es lo mismo llamarla Victoria, a llamarla Soledad o llamarla Dolores. En el primer caso, usted está contribuyendo a que su hija se entusiasme hacia el camino de la conquista, del triunfo, de la gloria y del honor. En cambio, en los otros dos casos, usted estaría anticipando un innecesario drama psíquico en su hija, ya que esos nombres expresan, en el caso de Soledad: melancolía, ausencia de compañía, incomunicación, abandono, aislamiento y desamparo y en el caso de la pobre Dolores, la niña podría cargar, desde el inicio, con el estigma del dolor.
Por eso, es preciso que al elegir un nombre para un hijo, los padres abandonen la liviandad y el egoismo y piensen. Pensar generosamente en esa persona que está por nacer; porque si bien es cierto que será su hijo, también es cierto que nunca será suyo y es importante que -desde el principio de la vida de un hijo- se le eviten al niño problemas innecesarios. La vida misma ya traerá tantos!
Los padres, cuando eligen un nombre para su hijo, ya le están indicando a ese hijo, un camino a seguir. El nombre elegido por los padres, predestina a ese hijo, para que éste cumpla algo del mandato que ese nombre está expresando. Por eso, resulta conveniente, que -ambos padres- decidan con cuidado y con amor, el nombre con el cual nombrarán al hijo que está por nacer ya que el buen nombre y el nombrar bien, tiene la poderosa facultad de ubicar a nuestros hijos en un espacio posible.
Algunas madres, para evitar que sus hijos se separen de ellas, son capaces de los actos más crueles. Al no querer ellas, hijos con pelotas -independientes y autónomos- entonces se esmeran, con obstinada devoción, en hacerlos pelota.
Un psicoanalista puede intervenir eficazmente en estos casos. Ayudará a estos hijos a afirmarse, a tomar decisiones por sí mismos, y a poder separarse de estas madres enfermantes, disminuyendo en los hijos, la culpa que esta separación siempre genera.
De este modo, el psicoanalista, producirá en estos hijos, la apertura de un espacio nuevo y propio, saludable y refrescante, de alegría y felicidad, distinto al mundo del encierro -oprimente y oscuro- y del sometimiento -antojadizo y victimizante- que a diario, estas madres, con su culto al malestar, imponen en sus hijos.
A diario, nos encontramos escuchando en las calles, en los colegios, en las plazas, en los pasillos de departamentos, en los ascensores, un llamado: "che, boludo!" y alguien que responde a ese llamado. Ahora bien, qué significa ese llamado, ese "boludo"? por qué llamar a una persona, boludo, ignorando que esa persona lleva un nombre que le es propio, que le pertenece y que, además, lo distingue de otros? de dónde viene esa necesidad de minimizar a una persona a un insulto, de uniformarla a todo un universo de otros "boludos" posibles, que aún siendo poseedores de un nombre, son llamados y nombrados como si no lo tuvieran? Circular por la vida como un boludo es triste pero responder al llamado de che boludo!, como quien recibe un buen nombre, es más triste aún ¿no le parece?
Hay un antes y un después para las personas que pasan por la experiencia del psicoanálisis. Por ejemplo, si usted se siente consternado, angustiado, triste, hace síntomas físicos con frecuencia y ya fue a todos los médicos posibles, visitó al cura de la iglesia, se tiró las cartas y nada de eso le dio resultado; es decir Usted sigue con sus síntomas y más fastidioso e impotente que antes, llegó el momento de pensar en un psicoanalista. La escucha atenta y especializada de un psicoanalista, sus sabias y experimentadas intervenciones, le aportará a usted tanta comprensión a su vida, aclarará tantas confusiones, disipará tantos temores, acomodará tantos desarreglos que, naturalmente, usted, en poco tiempo, obtendrá los resultados esperados. Sí señor! usted finalmente se sentirá mejor y esto se hará visible en usted porque usted, además, se verá mejor. Lucirá radiante y más equilibrado, podrá cuidar lo que antes descuidaba, podrá atenuar lo que antes lo enloquecía, podrá soportar lo que antes le parecía insoportable, podrá sostener un amor verdadero y no sufrir inútilmente por uno de ficción. En fin; buen hombre, con psicoanálisis, usted accederá a una fuerza innovadora, conocerá el deleite de vivir y será, en poco tiempo, un tipo saludable, colorido, creativo y feliz. Qué está esperando?
Estos padecimientos generan intenso malestar y pérdida de tiempo. Dificultan el estudio, el trabajo y la vida amorosa. Además, perturban severamente el descanso. Los síntomas pueden intensificarse. También pueden prolongarse y constituirse en síntomas crónicos.
Es importante destacar que las personas no mejoran sus problemas psicológicos por simple voluntad. Por eso, es indispensable que la intervención de un psicoanalista idóneo, con un abordaje adecuado, contribuya -con su práctica profesional- a transformar la realidad mortificante de la persona que padece.
Con un tratamiento psicoanalítico, apropiado y eficaz, las personas con inhibiciones, síntomas y angustia, podrán curarse; sus síntomas desaparecerán y la persona que antes sufría, podrá restablecer la armonía y el equilibrio perdido, afirmarse en la vida, y de este modo, en un lapso breve, acceder al anhelado bienestar.
Hay quienes eligen. Otros, más débiles, se someten.
En ambos casos, hay responsabilidad e implicancia personal en lo que se hace, pero según sea el caso -de aquél que elige- y -aquél que se somete-, se obtendrán resultados diferentes. Quien elige, se sentirá liberado, ya que habrá elegido de acuerdo a su deseo y a genuinas motivaciones personales. Quien se somete, también elige, pero elige obedecer y condicionar su elección. Quien se somete, elige sentirse forzado, y obtendrá como resultado, su propia cárcel, su condena y su alienación.
Habitualmente, se parte del erróneo supuesto que el sujeto enfermo es un ser indefenso. Si bien esta afirmación es cierta, también es cierto que esta afirmación supone una verdad relativa. Detrás de un sujeto enfermo hay un manipulador. El enfermo se victimiza con su enfermedad, y es allí, donde éste se constituye en victimario, porque -con sus síntomas- molesta al otro, fastidia, golpea la tolerancia y provoca lo peor.
Cuando esto sucede en el ámbito de una pareja, el partenaire enfermo, tal vez de un modo inconsciente y sin quererlo él concientemente, al interponer la enfermedad -entre él y su cónyuge- esté buscando alejar a su pareja, molestarla o hacerle la vida más difícil. Esto, naturalmente resulta agraviante para el partenaire “sano” ya que éste advierte que paulatinamente se va reemplazando el amor, como el modo de relación esperable entre ambos partenaires, y en cambio, es la enfermedad la que va adueñándose pesadamente de la escena cotidiana de la pareja. De este modo, la enfermedad va sustituyendo y ensombreciendo al amor.
Esto, naturalmente, no será inofensivo para la pareja. Traerá efectos. Es por eso, que no resulta raro observar, que la frecuente sintomatología de uno de los cónyuges, generalmente genere episodios de violencia en el otro cónyuge, como agravios, insultos y gritos; ya que su vida se ve obstaculizada, limitada y condicionada por la caprichosa sintomatología del cónyuge enfermo. Es por este motivo, que es esperable que la infidelidad o la ruptura de la pareja, se constituya como un acto fantaseado o buscado por ambos partenaires, en tanto presupone un límite necesario y saludable, que pueda poner fin a una situación enfermante, que pareciera, por su reiterada frecuencia, no terminar.
Por lo anteriormente expuesto, resulta conveniente y aconsejable, que el cónyuge que con frecuencia se enferma, revise con un psicoanalista, los motivos de su enfermar, porque tal vez no esté advirtiendo, que con la multiplicidad de sus dolencias egoístas, no sólo se hace daño a sí mismo, sino que puede -por el daño que inconscientemente ejerce sobre su partenaire- poner en riesgo el amor, la vida amorosa y la continuidad de la pareja.
La impostura, el estilo barroco y ornamentado de algunos psicoanalistas, no los hace ni aptos ni idóneos, para su práctica profesional. El paciente necesita de su psicoanalista, a un profesional experimentado, que no sólo lo sepa escuchar, sino que además, cuando éste tenga que intervenir, se acerque al paciente utilizando un lenguaje claro y sencillo, con buen ánimo y con un estilo amigable y cordial.
El hermetismo de un psicoanalista es un error del cual él deberá abstenerse, ya que desconcertará al paciente, lo alejará de la terapia y lo dejará perplejo y en soledad.
De insistir el psicoanalista con ese estilo empaquetado de abordaje, impedirá la espontaneidad del paciente, y en consecuencia, lo dejará abatido y en una encerrona personal. Es preciso recordar, que no es precisamente eso, aquello que un paciente viene a buscar, cuando acude a una psicoanalista para la cura de sus síntomas, la búsqueda de alivio y de bienestar.
No espere a tener ganas para realizar sus actividades. Planifíquelas y hágalas con esmero y cuidadosa disciplina. No le tenga temor a la disciplina. No es una mala palabra. La disciplina es una verdadera aliada para su agenda diaria. Con disciplina usted podrá hacerle frente a ese gran enemigo interno llamado desgano. Adelante!
Es importante que usted sepa, que el no entender por qué le pasa lo que le pasa y por qué motivo sigue pasándole aquello que le genera tanto malestar, pueda enquistarse de tal modo en usted, que la cosa no sólo no deje de pasar, lo cual lo llevará a usted no sólo a un estado de natural desgaste y malhumor, sino que además, la cosa puede empeorar a tal punto, que usted pase de gris a negro oscuro y entonces, después de algún tiempo, caiga usted en ese resultado tan temido, evitado y ciertamente no deseado por usted: descontrol de sí mismo e impotencia personal para manejar las diferentes situaciones de su vida amorosa, laboral y social.
Es por eso, que un psicoanalista experto, resultará muy efectivo porque apuntará no sólo a su problema sino a la solución de su problema. De ese modo, lo ayudará a usted, a comprender qué le está pasando para que usted acceda a esa transformación tan deseada, o sea, que eso que le está pasando y que tanto lo aqueja, definitivamente le deje de pasar.
Muchas personas tratan de asegurar sus vidas, intentando anticipar rígidamente los resultados de lo que vendrá. Esta es una tarea imposible, estéril y a usted lo frustrará. La vida es azarosa, llena de variables y contingencias, y si hay algo de lo que podemos estar seguros, es que de lo que vendrá, nada se sabe, porque siempre es improbable. Siempre es incierto.
Una manera de atenuar los eventuales temores al futuro, es ir asegurando diariamente lo propio y por lo propio me refiero a sus capacidades personales, sus talentos, sus dones, sus destrezas. Las personas se aseguran a sí mismas, en tanto estén en constante formación. Ése, es su mejor equipaje para afrontar lo que vendrá.
Especialícese en algo que le guste, capacítese, lea y estudie sobre el tema y atrévase a hacer conocer al mundo en qué usted es idóneo y capaz.
Enamórese de lo que hace y logre que las otras personas respeten y valoren su obra.
Empiece hoy mismo, porque como dice un sabio refrán: es importante no dejar para mañana lo que puede hacer hoy.
Cuánto tiempo destina usted en pensar como animar y estimular el poder de observación de su hijo, alimentar su fantasía y desarrollar sus ideas?
No es un objetivo saludable que su hijo se entretenga, se distraiga o se divierta con los mismos juguetes que tienen todos o mirando pasivamente la tele, horas y horas. Eso, definitivamente es horrible para un niño y excesivamente cómodo para usted.
Es vital que usted lo ayude a crear y a salir del aburrido y aplastante cliché.
Tiene a mano pedacitos de tela, papelitos de colores, palillos, fósforos, una regla, papel de diario, pegamento suave, una tijerita para papel?
Esos hijos vivirán acompañados con la idea de enfermedad, fracaso y derrota, y con la pesada convicción, de que la casa de sus padres se ha convertido en un pozo del cual no es posible salir .
En cambio, los padres que enseñan a sus hijos que la vida es una experiencia significativa, que no se reduce a comer y a estar todos juntos en familia, alientan en sus hijos a meterse en un horizonte amplio de alternativas, por fuera de la familia.
Esos hijos vivirán su vida con ideas propias, con imaginación.
Harán de cada lugar un hogar. Serán inquietos, preguntones, cuestionadores, creadores. Llevarán de su mano la osadía de vivir y el coraje de asumir riesgos.
Tendrán una vida feliz porque habrán sabido construir un camino propio, libre y autónomo.
No vaya por la vida contenido, cerrado y apretado. Es mejor abrirse e intercambiar. Permita que fluya algo de su espontaneidad. Le hará bien a usted y de paso, le hará bien a los demás. Abandone definitivamente el insulto, la desesperación y la queja.
No tiña el ambiente de negro, ni convierta su mundo y el mundo de los otros en un pesado paño de lágrimas. A las personas no les interesa ni sus apuros ni sus problemas. No reaccionarán bien e inevitablemente se alejarán de usted.
No es conveniente depositar en la gente de su entorno las consecuencias de su propia impotencia. Los otros no son culpables de lo que usted no puede o no quiere generar. No los mortifique. No los obligue a escuchar.
Vaya por la vida como en primavera; con buen aire y floreciendo.
Intente ser agradable, intervenga activamente, haga algo útil, diseñe algo lindo, intente sentirse mejor. Logre que el otro se sienta bien a su lado.
La vida es una aventura. Nada es estático. Los escenarios son siempre cambiantes e inesperados y es usted quien elige cómo y hacia donde transitar.
Elija para conversar, personas productivas, positivas y entusiastas, y advertirá como gradualmente, usted irá reemplazando ese estilo constipado, esa mueca gris y la sonrisa de plástico por una risa colorida, auténtica y franca.
No utilice a sus hijos como su terapeuta. Tampoco utilice a su pareja como su terapeuta. Ellos no resolverán sus problemas y además usted estaría complicando innecesariamente la vida de sus hijos y de su pareja. Lo aconsejable es que si usted tiene problemas consulte con un psicoanalista.
Es muy habitual que las mujeres entreguen su amor al hombre o a los hijos, y después, le pidan al hombre o exijan a sus hijos que le devuelvan lo que ellas suponen haber dado. Este pedido femenino, además de errático, resulta alienante, tanto para el hombre como para los hijos. La mujer le reclama a su marido que le devuelva esa entrega amorosa de ella. Y como madre reclama a sus hijos que atiendan la pobreza psíquica en la cual ella se encuentra, luego de que ella -como madre- ha dedicado -abnegadamente- "toda su vida" a cuidar de ellos. Aquello que estas mujeres no advierten, no dicen y omiten, es que ellas, al descuidar e ignorar otros proyectos posibles, distintos al proyecto de la crianza de los hijos, se han empobrecido.
La pobreza en la cual ellas mismas se han encerrado, no es culpa del marido ni es culpa de los hijos. En todos los casos, son estas mujeres, las únicas responsables de la minúscula vida que ellas han elegido. Es por este motivo, que el porvenir de una mujer no debe quedar ligado sólo a la reproducción y a la crianza de los hijos.
Es más, muchas mujeres, encuentran su plenitud, en otros lugares distintos al de la reproducción y crianza de hijos. No dejan de ser mujeres por eso.
Es importante que las mujeres entiendan que el hombre nada les quita, y en el caso de que sean madres, no ir por el mundo con la pretensión de que sus hijos, les devuelvan el amor y el tiempo que ella les ha entregado. Si la mujer por ignorancia, limitación o falta de aspiración personal, no ha querido ni sabido, desarrollar otros caminos distintos al de la crianza, es de su exclusiva responsabilidad y no es aconsejable que estas mujeres, endosen esta falencia personal a los otros integrantes de su entorno familiar.
Cuando la mujer se instala en el lugar de queja y de demanda, pidiendo que se le devuelva lo que ella dio, se desubica. Este fenómeno, es un severo error y es un lugar común en el que habitualmente caen muchas mujeres.
El exceso de amor de una mujer es insoportable para cualquier hombre y, asimismo, representa una carga opresiva y culpógena para los hijos. Una mujer que se priva y que entrega en demasía, se brinda muy poco a sí misma y además, rapidamente se convierte en privadora. Tarde o temprano, esa mujer, pasará factura y se comportará como si sus seres queridos le hubieran quitado algo que le pertenecía a ella.
Es por esto, que es muy importante que estas mujeres consulten a un psicoanalista, porque con su demanda amorosa, no sólo se empobrecen ellas mismas sino que asfixian y cercenan la autonomía de quienes ellas dicen “amar tanto y con todo”.
Muchas veces, delitos graves de los padres son pagados trágicamente con la vida de sus hijos. De este modo, hijos inocentes mueren pagando las deudas de sus padres.
Es un error frecuente de muchas parejas suponer que el porvenir de la pareja se circunscribe a la crianza de sus hijos. La pareja encuentra su verdadera plenitud si además de constituir una familia -comparten juntos- un proyecto en común; ya sea artístico, educativo, literario, científico, social. De este modo, los hijos de ambos, comprenderán que sus padres -trabajan juntos- en un interés que los une a ambos y que ese interés -está por fuera- del cuidado de los hijos. Esto liberará a esos hijos de posibles opresiones parentales, y generará en ellos, la noción energizante de la aspiración, y simultáneamente, generará en ellos, la adopción progresiva de una conciencia de saludable autonomía.
CONSULTE CON UN PSICOANALISTA
Si usted tiene problemas consulte con un psicoanalista. La formación profesional del psicoanalista lo ayudará a usted a resolver sus problemas de manera permanente y eficaz. Un psicoanalista no interroga, no reprocha, no impone, no juzga. Lo escucha, lo comprende y contribuye junto a usted, para que usted pueda resolver aquello que usted solo no puede resolver.
zafar (diccionario)
1. Escaparse o esconderse para evitar un encuentro o riesgo:
el delincuente consiguió zafarse de la policía.
2. Irse de un lugar.
3. Excusarse de hacer una cosa: me zafé del compromiso.
Una cosa es atreverse y otra cosa es transgredir.
Quien se atreve rompe con lo conocido y familiar.
Quien transgrede rompe con la ley.
La independencia no es una entelequia. La independencia no nos es dada. No es un don que nos ha sido otorgado desde afuera. La independencia requiere de un profundo trabajo personal, que es preciso construir todos los días, para defendernos como sujetos autónomos.
El ignorante, tal vez crea, que su independencia le ha sido brindada desde afuera.
El sabio, en cambio, no cree. El sabio piensa y cuestiona.
El sabio sabe que para lograr la independencia, se requiere esfuerzo, búsqueda y trabajo personal.
Hay modelos que no son ejemplares.
No ayudan a encaminar. Contribuyen a degradar.
Dicen querer amparar y sólo buscan someter y encadenar.
Amar a un hijo es brindar un espacio para buenas enseñanzas.
Amar a un hijo no es irritarlo hasta la crispación.
Amar a un hijo no es confundirlo deliberadamente.
Amar a un hijo es alentarlo a generar un proyecto propio
y estimularlo a una saludable producción.
La transmisión de un modelo mortífero
Hay padres, cuyo mérito reside en encaminar a sus hijos, acompañarlos, sostenerlos y guiarlos. Otros padres, en cambio, practican, predican e imponen, la puesta en marcha de un único modelo: extorsionar a sus hijos, abandonarlos, someterlos, privarlos y humillarlos. Estos padres viven al margen de la ley y enseñan a sus hijos a vivir por fuera de la ley. Estos padres no tienen mérito alguno. Desprecian a sus hijos.
Son padres delincuentes que tiñen de negatividad el porvenir de sus hijos, el amor a la vida y el respeto por la ley.
La concentración perversa del poder, la violenta indiferencia en los temas de salud, la deliberada intencionalidad en mantener a la población en la inercia, en la inacción y la necesidad de resguardar los negociados del narcotráfico, alienta a los estados populistas, al consumo de drogas. Estos estados, vía sus funcionarios adictos, brutales y corruptos estimulan con el pretexto del "consumo recreativo" el cultivo y la ingesta de sustancias tóxicas en la población por varios motivos: la droga genera improductividad en las personas que las consumen, pasividad, parasitismo y progresivo deterioro psíquico y físico.
Por consiguiente, las personas cada vez más empobrecidas psíquicamente, inhiben su capacidad de pensar y se tornan inútiles para cuestionar su realidad psíquica, como asimismo, la realidad de su entorno. Además, estas personas se convierten en instrumentos fácilmente inoculables y progresivamente antisociales y violentas.
El adicto no busca la verdad. El adicto busca más droga.